martes, 19 de octubre de 2010

19 de Octubre de 2010

Levent, se llama como la estación de metro donde trabajo, es un "panadero" de Estambul. Digo panadero pero no es él quien hace el pan, si no que lo vende en una especie de carreta roja (standarizada) acristalada ambulante. En esa carreta atenporal vende, al igual que una horda de castañeros, enfundado en algo que otrora quiso ser un uniforme, roscas de pan con sésamo, pan de bollo, tridentes y una sonrisa en la cara.

Calculo que Levent tendrá 60 años, que se marcan en cada comisura de las arrugas que bordean sus ojos. Tiene un porte humilde y unos gestos de abuelo que cuida cada detalle cuando envuelve cada una de las compras que los viandantes le van haciendo. Siempre está en la plaza de Taksim, por donde pasa todo el mundo, delante de uno de los iconos del capitalismo, como es el banco de cristales verdes. Y allí pasa desde la mañana hasta la noche, sin descanso y de pie, haciendo una débil competencia apelando a la tradición en contra del consumismo que ofrecen en su misma acera una cadena de cafeterías made in hollywood y un presunto café parisino artificial.

Muxu pasa todos los días desde que empezó a trabajar delante suyo. Levent siempre le regala una sonrisa y un saludo pese a no conocer a la pequeña española que desafía al frío y a la extranjería para acudir a su trabajo en una pequeña firma de abogados dos calles más abajo. La mira no como miran todos los hombres aquí. Su mirada no esconde lujuria o desaprobación, es una mirada limpia, como la de un niño que cada día se asoma a la ventana de un nuevo mundo.

Y es a partir de esta sonrisa, juntada con las ganas que tiene Muxu de hacer del mundo un lugar más cálido y acogedor, que impulsó que hablaran un día. A pesar de balbucear apenas palabras de presentación, supo que se llamaba así y él recuerda su nombre.

Me lo presentó el otro día, cuando la volvió a saludar y yo estaba con ella. Me presentó y aunque nuestro vocabulario seguía siendo muy escaso, me sentí de verdad bienvenido. Al día siguiente fui a pedirle uno de sus tridentes y Levent nos lo regaló. Era la primera vez que íbamos a comprarle algo. Un gran detalle teniendo en cuenta la proporción del esfuerzo.

Esta mañana, he parado para comprarle otro. Me ha preguntado por Muxu. Recuerda su nombre y se le veía preocupado por venir yo solo, ya que normalmente vamos juntos hasta la estación de metro donde nos despedimos, pero esa mañana yo me había adelantado ya que tenía informes que entregar en un mundo gris y lleno de horas y prisas. Así que le he intentado explicar eso. Me ha entendido y se ha quedado tranquilo.

Más tarde, en el abrigo que proporcionaba esta noche de luna creciente, que brillaba como nunca, en el paseo vespertino aprovechando el oasis de buen clima que ha florecido de repente en Estambul, Muxu me ha comentado que le ha vuelto a ver y que le ha preguntado por mi.


el pastelito/tridente. Está bastante rico y cuesta sólo 1 TL.

Esto se está poniendo muy prosaico..voy a terminar hablando de Levent diciendo que he decidido que a partir de ahora intento comprar el desayuno allí todos los días...¡mamá, voy a engordar!

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